martes, 29 de enero de 2019

Crítica de 'The Old Man and the Gun'


En 2017, David Lowery se encargó de llevar a la gran pantalla una de las grandes sorpresas del cine independiente de ese año, A Ghost Story, protagonizada por Rooney Mara y Casey Affleck que, pese a que su título puede ser engañoso, no tiene nada que ver con una historia terrorífica de fantasmas. Ahora, regresa con The Old Man and the Gun, una propuesta más convencional pero con la que no pierde el encanto que caracterizaba a la obra anterior.

La cinta narra la historia real de Forrest Tucker, un ladrón de bancos que pasó la mayor parte de su vida en la cárcel o intentando escapar de ella. De hecho, logro fugarse en 18 ocasiones y cometió su último atraco en el año 2000 cuando tenía 80 años, momento en el que se desarrolla la película.

Foto: filmaffinity.com

Si por algo merece la pena ver The Old Man and the Gun es por la fabulosa interpretación que ofrece Robert Redford, a quien acompañan secundarios de lujos como Casey Affleck o Elisabeth Moss. No sabemos si es la última vez que veremos a Redford en pantalla pero, si así fuese, sería la mejor despedida posible, siendo un claro homenaje a él y a su cine.

The Old Man and the Gun está llena de encanto, impregnada por un tono vitalista y un sentido del humor sorprendente con una atmósfera cercana al cuento y a la fábula. Pese a que lo que cuenta no es nada sorprendente ni destacable, es un largometraje muy sencillo de ver y que nos recuerda todo lo que Redford nos ha dado estos años.

Lejos del sello más intimista y de autor que demostró con A Ghost Story, en The Old Man and the Gun David Lowery enseña la facilidad que tiene para cambiar de género y ofrecer una carta de amor a una leyenda del cine. Un homenaje fascinante.


Valoración: 3,5/5

Lo mejor: Poder disfrutar de Robert Redford casi todo el metraje

Lo peor: Es más un homenaje a Redford que otra cosa

martes, 22 de enero de 2019

Crítica de 'Gente que viene y ¡Bah!'


En 2016, María Ripoll se encargó de llevar a la gran pantalla la novela de Laura Norton No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas. Esta adaptación, protagonizada por Verónica Echegui, no tuvo gran éxito y, además, fue criticada por su falta de ritmo y su monotonía. Tres años más tarde y, con un poco más de suerte, Patricia Font es la encargada de llevar a cabo otra adaptación de Norton, en este caso Gente que viene y ¡Bah!

La película cuenta la historia de una joven arquitecta quien, tras descubrir el engaño de su prometido y sin saber qué hacer con su vida, decide volver a su pueblo natal y reencontrarse con su familia. Allí tendrá que aprender a convivir con sus tres hermanos y su extravagante madre.

Foto: filmaffinity.com

Desde la primera escena, es fácil intuir ante qué tipo de largometraje estamos. Gente que viene y ¡Bah! es el tipo de obra previsible que todo el mundo sabe cómo se va a desarrollar y cómo va a terminar. En ella no hay lugar para sorpresa y el interés queda perdido ya que no hay ningún misterio ante lo que va a suceder.

Lo que funciona de la cinta de Patricia Font es que transmite un buen rollo que contagia y que hace que, pese a que el espectador sepa qué es lo que va a pasar, tenga curiosidad por seguir mirando. A diferencia de No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, Gente que viene y ¡Bah! sabe lo que es el entretenimiento, explotándolo a través de situaciones tan absurdas y divertidas como la protagonizada por Paula Malia, así como ciertas dosis de realismo con Irene, el personaje que interpreta la siempre estupenda Alexandra Jiménez.

En sus interpretaciones vemos ciertas irregularidades. Mientras que Alexandra Jiménez, Carmen Maura, Carlos Cuevas y Álex García están muy bien en sus papeles (este último se va a hacer un experto en las adaptaciones de Laura Norton), Clara Lago está más floja de lo que nos tiene acostumbrados, dando la sensación de que está sobreactuada en gran parte de su metraje.

Si buscas una peli con la que pasártelo bien y desconectar de todo durante una hora y media, Gente que viene y ¡Bah! es la cinta que estabas esperando. No es ninguna obra maestra, pero sabe entretener y jugar con los elementos que tiene.


Valoración: 2,5/5

Lo mejor: El buen rollo que transmite

Lo peor: Una Clara Lago muy sobreactuada y una trama donde se echa en falta algún elemento de sorpresa

martes, 15 de enero de 2019

Crítica de 'Atardecer'


Con El hijo de Saúl (2015), su primer largometraje, László Nemes demostró ser un cineasta que tenía las ideas muy claras y que no tenía miedo a ser explícito, ya que era muy contundente y con un desgarro y una fuerza que nos dejaba petrificados en la butaca a no ser que hubiéramos tenido que abandonarla por exceso de realismo.

En Atardecer sigue esta línea de película ambientada en una época concreta y se traslada a 1913, cuando Irisz Leiter llega a Budapest con 20 años después de pasar su infancia en un orfanato. Leiter tiene la esperanza de trabajar como sombrerera en la antigua tienda de sombreros de sus padres biológicos, pero su antiguo propietario la rechaza.

Foto: filmaffinity.com

Los escenarios de Atardecer son de una belleza y suntuosidad desbordantes, con una actuación espléndida y desgarradora de Juli Jakab. Visualmente es preciosa pero genera mucha confusión y demasiado caos, sin coherencia ni equilibrio. Su problema es que la historia no tiene ningún interés como para sostenerse durante sus más de 140 minutos, y está contada de una forma en la que el espectador no se entenderá de nada.

La nueva obra de László Nemes no logra remover conciencias. Intenta, sin éxito, repetir los mismos recursos visuales que en El hijo de Saúl, pero esta obra no tiene ni la mitad de fuerza. Nada de lo que sucede es relevante y sus casi dos horas y media de metraje son muy excesivas para no haber contado apenas nada. Una desconexión ante un personaje que no tiene interés dramático. Su estilo visual convence pero todo lo que hay detrás no, lo que demuestra que una historia sólida es fundamental para que una cinta funcione


Valoración: 2/5

Lo mejor: Su estética y la entrega de Juli Jakab, la actriz protagonista

Lo peor: La historia no interesa lo más mínimo

martes, 8 de enero de 2019

Crítica de 'La quietud'


Después de la interesante propuesta que supuso El clan (2015), Pablo Trapero se atreve con una propuesta arriesgada, un drama con la familia en primer plano protagonizado por Bérénice Bejo, Martina Gusman y Edgar Ramírez.

La Quietud cuenta la historia de dos hermanas que se reencuentran después de pasar mucho tiempo separadas. Una regresa por el delicado estado de salud de su padre, mientras que la otra pretende hacer como si nada hubiera cambiado. Junto a la madre, las tres se verán obligadas a reconstruir el pasado y a enfrentar los desafíos que aparecen en el presente.

Foto: filmaffinity,com

La quietud mezcla el melodrama trágico y clásico con el folletín desenfadado. Su resultado es bastante correcto e incluso divertido, aunque el tema central de la película no lo es en absoluto. Este drama familiar destaca por la interpretación y entrega de tres actrices que lo dan todo: Bérénice Bejo, Martina Gusman y Graciela Borges.

En la última cinta de Trapero, el director argentino sabe dividir su peso narrativo en dos actos: el primero es más contenida, pausada y calmada, mientras que en el segundo se suelta la melena y se desata, siendo muy pasional y albergando una gran cantidad de sentimientos.

La quietud es un drama perfectamente elaborado con muchas capas y que logra ser bastante entretenido, con un registro emocional de las hermanas muy interesante. Sin embargo, esta mezcla de la que hablamos en el párrafo anterior puede pasarle factura, y es que sus contrastes pueden ocasionar que se acabe produciendo un batiburrillo de tonos y al final no tendrás claro qué sentir con lo que ha estado pasando en la pantalla en las casi dos horas de metraje.


Valoración: 3/5

Lo mejor: El duelo actoral entre Bérénice Bejo y Martina Gusman

Lo peor: Que los cambios de tono de la película puedan resultar confusos

martes, 1 de enero de 2019

Crítica de 'Tiempo Después': una locura que amarás o te horrorizará


Hay directores que, para bien o para mal, no dejan indiferentes a nadie. Este es el caso de José Luis Cuerda, director de la excelente La lengua de las mariposas (1999) que lleva desde 2012 sin ofrecer un trabajo nuevo. Ahora, ha vuelto con una loca comedia futurista, Tiempo Después, que podría servir como secuela de Amanece, que no es poco (1989).

En ella se reúne de cómicos como Arturo Valls, Berto Romero o Raúl Cimas y también de actores consagrados como Gabino Diego, Blanca Suárez o Roberto Álamo. Tiempo Después se desarrolla en un futuro muy lejano donde el mundo se ha visto reducido a un solo Edificio Representativo y a unas afueras cochambrosas habitadas por todos los parados y hambrientos del cosmos. De todos estos desgraciados destaca José María, quien se da cuenta que, mediante la venta de una riquísima limonada que él mismo manufactura, otro mundo es posible.

Foto: filmaffinity.com

Como vemos por su argumento, es tremendamente surrealista y este puede ser un punto positivo o muy negativo, depende de cómo se mire. Tiempo Después quiere generar carcajadas infinitas con una sucesión de un chiste tras otro, algo que puede provocar cierto hartazgo. Es probable que las carcajadas imperen en gran parte de la sala, pero si no te gusta su estilo (lo que es mi caso) serán 95 minutos interminables.

Tiempo Después quiere hacerse la graciosa y esto es algo que nunca funciona. Todo está muy forzado, se basa en gags continuos de actores que entran y salen de la pantalla. Una comedia demasiado coral que no tiene gracia más allá de dos o tres chistes puntuales. Chistes muy vistos y chascarrillos culturales que la hacen rancia y que no sea la comedia que el público demanda. Probablemente se convierta en una película de culto, pero no se merece nada este puesto. Un filme antiguo que podría funcionar a principios del siglo XX pero no ahora.

Valoración: 2/5
Lo mejor: Es indiscutible que su cast es inmejorable
Lo peor: Es rancia y su constante afán por provocar la risa fácil no funciona