El cine de animación está
viviendo unos meses gloriosos. Hace poco más de un mes llegaba a las salas
españolas “La Tortuga Roja” (2016), a la que ya se le puede considerar como un
clásico de la animación. Ahora tenemos el placer de disfrutar en nuestras
pantallas de “La Vida de Calabacín”, un filme que nos vuelve a demostrar, una
vez más, que la animación no es solo para niños.
La película cuenta con una fragilidad y con una capacidad excelente de emocionar al
espectador. Se nos presenta una historia
dura, trágica, cargada de sentimientos y de la más profunda desesperación bajo
la mirada de unos niños aparentemente inocentes con una vida cargada de dolor.
La estética de “La Vida de
Calabacín” es perfecta, le viene como anillo al dedo a la historia. Los rostros de sus personajes están muy
bien conseguidos, puesto que los ojos de Camille, una de las protagonistas,
son los de una niña que lo ha visto todo y ha pasado por muchos
acontecimientos. A pesar de la tristeza de su argumento, la cinta no busca evadirse en el sensiblerío, sino que explota muy
bien sus facetas y logra regalarnos algunas frases cómicas brillantes.
Con una duración de 66 minutos, el filme consigue transmitir multitud de
emociones y permite que el público disfrute en cada segundo. “La Vida de
Calabacín” es instructiva, te enseña muchas cosas de la vida y consigue remover
conciencias.
Pocas veces una película ha conseguido tratar de manera tan brillante
temas tan delicados como los abusos y la exclusión social sin caer en lo
lacrimógeno y con un componente de realismo deslumbrarte. La animación ha
vuelto a demostrar su poder, cada vez menos oculto.
Valoración: 4,5/5
Lo mejor: La síntesis que consigue hacer del dolor y la inocencia.
Lo peor: Que los niños se piensen que es una película para ellos y
se escandalicen al verla.
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